Es tan plano el debate al que obligan los gobiernos español y catalán; causa tanto hartazgo volver una y otra vez sobre lo mismo; desconcierta tanto que el socialismo español abra una larga etapa de estéril esencialismo; asquea tanto que el país luche a brazo partido contra sí mismo, que había decidido centrar mi atención –siquiera un par de columnas– en el debate europeo sobre la globalización. Pero no es posible. Cuando voy a ponerme a ello, leo que dos ministros, en batería, acusan a la COPE de incitar al odio y al PP de incendiar España. Esta sangrienta hipocresía se tiene que acabar.
Son acusaciones habituales, diarias, machaconas, en los medios de comunicación catalanes, que sin embargo no se dan por enterados cuando un articulista del Avui lanza amenazas de muerte, un político define la bandera española como “bandera del enemigo”, un miembro del gobierno catalán amenaza con una “guerra civil” y la segunda autoridad de Cataluña les recuerda a los firmantes de un manifiesto crítico los nombres de los firmantes de otro manifiesto que acabó en atentado y en diáspora.
En cuanto a que el PP incendia España, la acusación es especialmente malvada porque procede de un incendiario profesional que puso en serio peligro la democracia y que demostró cuánto valora la izquierda la estabilidad y la paz: lo más parecido al incendio de España fue el asedio a centenares de sedes del PP entre amenazas, mentiras, coacciones e insultos. Rubalcaba siempre acusa al contrario de lo que él mismo ha hecho. Doblez tan indignante y peligrosa hay que denunciarla en todos los foros y a todas horas.